Desde los albores de vida cantonal de Piñas, con nuestro primer presidente del municipio, Dr. Juan María Loayza, pasando por el gasto de 563 sucres que según don Haraldo gallardo se hizo en el festejo del primer Aniversario de Cantonización en 1941, así como por la confesión del primer carro en noviembre de 1943 que fue enviado a Loja para que nos representara con motivo de la inauguración de la Universidad Nacional de esta ciudad y varios acontecimientos más, se supone que, teniendo como primer Comisario Municipal a Don. Luís Enrique Falconí, se inició la preocupación por buscar un modo adecuado de recolectar la basura de la ciudad.
Y así se tomó por costumbre la de utilizar tres cuadrúpedos y vivos "vehículos" que consistían en tres mulas de propiedad municipal, una blanca, otra parda y la tercera negra.
Poseía el Municipio para guardar los animales el potrero de enfrente de la ciudad que queda en la Pata Grande, donde los soltaban después de la dura faena en las últimas horas de la tarde de cada día para que al siguiente fueran cogidas de nuevo.
De allí eran llevadas las mulas al corral del Municipio para ensillarlas y colocar los cajones sobre estribos apropiados y amarrados con cabos.
El problema que tenían que afrontar los trabajadores, entre los cuales se recuerda a los de apellido Villa, Belduma y Loján era que como queriendo evadir el duro trabajo de acarrear la basura las mulas se perdían, por lo que a veces, cerca del medio día recién se iniciaba la recolección.
Por ejemplo, la parda se regresaba por el camino de Calera adonde su antiguo dueño, a Muluncay, ya que allí la habían comprado.
Estas mulas tenían por árguenas dos cajones de igual tamaño, sin tapa, para que el hombre pudiera depositar sin ninguna dificultad los desperdicios. Había ocasiones en las que el trabajador le decía a alguna ama de casa: ¿ es suya esta cuchara de plata? Tenga, la encontré en la basura. Un Dios le pague era el premio al honrado y comedido amigo.
Una vez que se llenaban los depósitos, los llevaban hacia las afueras de la ciudad a los botaderos donde les soltaban el gancho que sostenía la tablilla que hacía del fondo del cajón y al quedar colgada de sus bisagras, permitía que la basura cayera con toda facilidad y así quedaban desocupados y listos para un nuevo recorrido.
No se ha conocido de parte de algún ciudadano absolutamente nada en cuanto a descontentos por este estilo de recolección; por lo que parece que fue, aunque sin mucha técnica, muy útil y eficiente.
Esta modalidad, propia de un pueblo pequeño y en formación, duró hasta que la Ilustre Municipalidad adquirió la camioneta GMC, que la llamaban cariñosamente, por su oficio. "La Basurera".
Fuente: Leyendas, anécdotas y tradiciones de Piñas. Lcdo. Wilfrido Torres León