Cuentan que una vez, en una de las calles de esta ciudad, como de costumbre, apareció un hombre un poco borracho, soltando palabras y expresiones de todo calibre. Este vocabulario por demás soez, llamaba la atención de todos, ya que pregonaba una valentía de Sansón.
Tenía la osadía de informar al pueblo la noticia de que no había nacido todavía varón alguno que pudiera vencerlo. Y que si existía alguien que se atreviera, amenazaba con que salga ese momento a pelear con él. Además ofrecía a gritos la suculenta suma de cien sucres al hombre que le diera el primer golpe. Nunca se refería al segundo (golpe). En eso, pasaba por el lugar don Segundo, y al escuchar tanta valentía, tanta grosería y media, pensó aprovechar la oportunidad de darle su merecido y así hacerle desaparecer esa vanidad de borracho que sembraba constantemente el malestar de la ciudadanía. No estaba acostumbrado a pegar a nadie, peor a un borracho, pero como el caso lo exigía, don Segundo se le acercó y le metió un tremendo puñetazo y palmeando sus manos como lo hace el músico cuando toca los platillos de la Banda Santa Cecilia, en ademán de limpiárselas, muy tranquilamente le dijo.
Recoge nomás tu platita, ciudadano, que no te cobro nada.
El valiente se levantó sorprendido y enseguida se dirigió a la Tenencia Política a denunciar que lo habían pegado abusivamente y en desventaja ya que él no había estado en sus cinco. La autoridad, muy competente, ya que estaba todavía trabajando en un viernes más como este, como no tenía ni un pelo de tonto, restándole importancia al hecho, le dijo:
Venga el día lunes para atenderlo.
El valiente mirando a los que estaban presentes, maldecía y vociferaba:
Qué bonito ¡Qué lindas son las leyes que tiene Piñas!. Y si este cojudo me mata tenía que resucitar el lunes, ¡ah!.
Fuente: Leyendas, anécdotas y tradiciones de Piñas. Lcdo. Wilfrido Torres León
