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miércoles, abril 24, 2024

Bótalo al agua

Por la década de los sesenta al setenta, cuando todavía teníamos a los ídolos guayaquileños, Barcelona y Julio Jaramillo (ahora sólo nos queda Barcelona), un pequeño grupo de muchachos ilusionados viajábamos a espectar  el famoso clásico Barcelona-EMELEC en el histórico estadio Modelo. Desde Piñas madrugábamos para trasladarnos hasta Puerto Bolívar donde cogíamos el barco que partía a las 8 de la noche para llegar a Guayaquil a eso de las cinco de la mañana.

En esos años no había transporte terrestre que nos llevara rápido a la ciudad futbolizada, cuyos dos equipos predominaban a nivel nacional. Viajábamos en tercera categoría en esos barcos ya viejos y maltratados por tanto navegar como el Jambelí , el Daysy Edith, el Colón, el Presidente, etc. que a pesar de todo, vencían la travesía que era temida por los pasajeros, a nosotros, lo que más nos preocupaba era la noche del viaje, el trayecto. Nos habían atemorizado contándonos que allí nos podían robar la plata y hasta los zapatos. Por eso, cuando por suerte encontrábamos una hamaca, nos sacábamos los zapatos y los poníamos de cabecera; sin embargo, si lográbamos dormir un poco, era de pura relancina.

Como llegábamos muy temprano, esperábamos en el mismo barco a que fuera de día claro para salir a la ciudad. Eso sí no faltaba en el grupo alguien que conocía a la ciudad de cabo a rabo, como por ejemplo el "negro victoriano". Como no teníamos sino el suelto completo y medido para comer un solo plato y un tamarindo en la calle, nos íbamos al estadio para ingresar en cuanto habrían las puertas. Comenzaba el partido a las seis de la tarde del domingo y nos preparábamos para saltar de alegría  por los goles de nuestro equipo quedarnos mudos por los goles en contra;  pero, unos y otros compartíamos la euforia de la gente del pueblo que hacía temblar la general  que en circunstancias como estas acostumbraban a jugarles carnaval los de arriba a los de abajo. Es que había tantos hinchas o el partido se ponía interesante que no dejaban chance para ir al baño.

Pero tenían que disculparnos porque no podíamos quedarnos hasta el final. El barco partía  de regreso a las 8 de la noche, y en vista de esto, faltando pocos minutos para que terminara el partido, nos salíamos del estadio. A veces escuchábamos, al paso, afuera la narración de Ecuador Martínez de Radio Atalaya con su característico grito de GUL GUL GUL GULLLLLLL BARCELONA FANATICOS. No lo disfrutábamos con plena emoción, ya que corríamos peligro de perder el barco. Pegábamos el trote hasta el muelle para llegar a tiempo, cosa que siempre lo logramos. No recuerdo cuánto gastábamos en el viaje, ni a qué hora llegábamos a  Piñas, lo cierto es que arribábamos igualitos con el periódico "El Universo", "El Universo de Ayer", como lo voceaba don Alvear.

O, se me hace que lo más anecdótico es el caso que cuenta mi broker Jorge que estuvo en uno de esos periplos en el que a la media noche del viaje en la embarcación, una pasajera humilde, llevaba en sus brazos una criatura que lloraba  y lloraba y dizque lo hacía tan fuerte que no dejaba dormir  a nadie. No se sabía si lloraba por causa de un dolor de barriga o de hambre. Pero ya era de madrugada y seguía con su berrinche. Hasta que uno de los pasajeros que no pudo soportar más ese martirio decidió hacer callar al muchachito; y, como en representación de todos los pasajeros de tercera categoría le gritó a la señora.

¡BOTALO AL AGUA!

¿Habráse visto, o mejor, oído, semejante animalada?. Esto fue una humillación  para la señora. Para los pasajeros, en cambio, fue una fiesta, una espontánea fiesta sin ninguna mala intención ni morbosidad eso sí. No tuvieron tiempo para razonar sus carcajadas, simplemente los sorprendió ese bárbaro grito.

La señora, admirada, herida en su alma y su corazón, exclamaba: ¡ignorante!, ¡desgraciado!, ¡animal!, ¡bótalo al agua!, ¡salvaje!, ¡bruto!, etc.

Nadie respondió, nadie dio la cara. AL llegar a Guayaquil, la señora se bajó primerita del barco a esperar que pasen los pasajeros frente a ella para ver si identificaba al miserable. Mientras pasaban, ella, mirándolos a los ojos, seguía repitiendo: ¡canalla!, ¡bótalo al agua!, ¡hijo de perra!… etc.

Según Yorye, esto fue "verídico" como dijo El Rey de la Cantera.

Fuente: Leyendas, anécdotas y tradiciones de Piñas. Lcdo. Wilfrido Torres León

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